El efecto placebo digital: cuando la tecnología da sensación de avance, pero no resuelve nada
Durante los últimos años, muchas empresas han invertido más que nunca en tecnología.
Nuevas herramientas, nuevas plataformas, nuevas licencias.
La sensación es clara: estamos avanzando.
Sin embargo, en demasiados casos, los problemas estructurales siguen intactos.
Los procesos continúan siendo confusos, las decisiones dependen de personas concretas
y el conocimiento crítico no está protegido.
A esto lo llamamos efecto placebo digital.
¿Qué es el efecto placebo digital?
El efecto placebo digital aparece cuando una organización
confunde actividad con progreso.
Se toman decisiones tecnológicas que transmiten sensación de modernización,
generan movimiento y permiten decir “ya estamos haciendo algo”.
Pero no atacan el problema de fondo.
Como ocurre con un placebo, el alivio es psicológico, no estructural.
El error de empezar por la solución
Uno de los patrones más habituales es este:
- La empresa detecta fricción, lentitud o desorden.
- No se detiene a formular claramente el problema.
- Busca directamente una herramienta que “lo solucione”.
En ese momento ocurre algo peligroso:
la solución empieza a definir el problema.
La herramienta se elige por sus funcionalidades, su popularidad o sus promesas,
no por las necesidades reales de la organización.
Cuando la herramienta te selecciona a ti
En lugar de diseñar un sistema que responda a tus directrices,
terminas adaptando tu forma de trabajar a lo que el software permite.
Cambian los procesos.
Cambian los hábitos.
Cambian incluso las decisiones.
Pero no porque haya una reflexión estratégica detrás,
sino porque la herramienta “funciona así”.
Eso no es transformación. Es adaptación pasiva.
El verdadero valor no está en el software
El valor de una empresa rara vez está en la herramienta que utiliza.
Está en cómo toma decisiones, cómo se relacionan sus procesos,
cómo fluye la información y qué conocimiento se considera crítico.
Ese know-how, cuando no se estructura ni se protege,
queda disperso: en personas concretas, en documentos sueltos,
o en soluciones improvisadas.
Cada nueva herramienta intenta tapar ese vacío sin resolverlo.
El placebo más común: sumar capas
Ante la falta de estructura, la reacción habitual es añadir:
- una nueva aplicación
- una persona que “lo gestione”
- excepciones para que el sistema funcione
Esto reduce el dolor a corto plazo,
pero aumenta la dependencia y la complejidad a largo plazo.
El sistema parece avanzar,
pero se vuelve más frágil.
Salir del efecto placebo
Salir del efecto placebo digital no empieza comprando mejor tecnología.
Empieza parando.
Parando para formular bien el problema,
entender qué valor se quiere custodiar
y decidir cómo debería funcionar la organización,
independientemente de la herramienta.
Solo después tiene sentido hablar de tecnología.
En ese orden.
No es para todo el mundo
Custodiar el valor real de una empresa requiere liderazgo,
criterio y voluntad de diseñar antes de ejecutar.
No todas las organizaciones quieren —ni necesitan— hacer ese ejercicio.
Pero para las que entienden que su ventaja competitiva
está en su manera de hacer las cosas,
seguir acumulando placebos digitales sale caro.
Y mientras eso no esté claro, cualquier avance puede ser solo una ilusión.
Quizá es decidir cuándo y cómo dar el siguiente paso.
Y si prefieres contrastarlo en 15 minutos:
→ agenda una conversación.
Sin compromiso. Si no encaja, te lo diremos.
